Pasaron treinta años después de este suceso; el dueño del restaurante cae enfermo y su hija desesperada lo lleva al hospital, pero al no poder hacer frente a los gastos por el tratamiento médico de su padre decide poner en venta su local.
La sorpresa llega cuando el médico le deja una nota con los gastos pagados pues en realidad en esos 30 años transcurridos el niño de esta historia se había convertido en el mejor médico de la ciudad, es así como le devuelve el favor recordando el día que le regaló un plato de sopa y las medicinas para su madre que gracias a él se recuperó y eso no tenía precio.
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