MORO - EL PERRO VAGABUNDO DE LOS ENTIERROS -  Dogtor Sapiens

MORO - EL PERRO VAGABUNDO DE LOS ENTIERROS

Sucedió en un pequeño pueblo de Córdoba, a principios de los años 70. Nadie sabe quién lo había traído o de donde vino. (Moro) Era un perro vagabundo, negro, desaliñado, delgaducho,... Una anciana se apiadó de él y de vez en cuando le ponía comida en la puerta de su casa...y con esa anciana comenzó la historia.
Una noche Moro pasó toda la noche aullando frente la puerta de dicha anciana y a la mañana siguiente el comisario del pueblo entró en la casa y se encontró el cadáver. El perro continuó en el umbral de la puerta llorando y aullando durante todo el velatorio. Cuando sus familiares salieron de la casa en dirección a la iglesia, Moro se colocó entre el féretro y los familiares. Y de la iglesia al cementerio lo mismo. Moro pasó la noche velando el cuerpo.

A los pocos días Moro seguía vagando por las calles y se detuvo a pasar la noche frente a una casa en la que había una joven gravemente enferma,...Moro aullaba con mucha fuerza y esa misma noche la chica murió y el amable perrito repitió todo el trayecto que había hecho cuando murió la anciana.

Se dice en el pueblo que esa misma escena se repitió por algunos años hasta 600 veces. Ya no solo esperaba a los que morían en el pueblo, sino que a veces se le veía esperando a la salida de la carretera principal y al momento aparecía un coche fúnebre en dirección al pueblo. Los lugareños lo empezaron a temer y en dos ocasiones fue subido por la fuerza a vehículos para alejarlo y abandonarlo fuera del pueblo. Una vez llegó a Granada, la otra a Ciudad Real,....pero al cabo de un tiempo Moro aparecía de nuevo en el pueblo de Córdoba dejando a todos estupefactos.

Pero las grandes historias tienen siempre tristes finales y a Moro le llegó su final cuando los familiares de una niña muy enferma descargaron toda su furia contra él cuando la niña murió y éste esperaba y aullaba en el umbral de su casa. Años más tarde, los propios lugareños arrepentidos del final terrible que había tenido el perro erigieron un monumento en la plaza del pueblo en honor a ese ser que sin duda y de manera inexplicable tan conectado estaba al pueblo.

Moro, el perro de los entierros así lo llamaban y en su homenaje colocaron una estatua para recordar su inexplicable presencia.


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